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jueves, 11 de octubre de 2012

(Des)problematizar la realidad, (des) problematizar la historia




Reivindicar a la figura de Sarmiento, es siempre polémico. ¿Será algo inherente a los argentinos polemizar en torno a las “figuras” de la historia? Es una pregunta un tanto engañosa, creo que no tiene respuesta. El pasado 12 de septiembre, la presidenta Cristina Fernández reivindicó al padre del aula… una vez más.

En su alocución, Cristina recomendó la lectura del libro Sarmiento Periodista, de Diego Valenzuela y Mercedes Sanguineti, uno de esos libros que no invita a pensar procesos históricos a largo plazo sino que hace hincapié en los datos coloridos que todos siempre quisimos escuchar. Ya nos contaba Pigna sobre el porqué de los nombres de las facturas que habitualmente comemos un domingo a las 18 horas o sobre la asistencia perfecta de Sarmiento en la escuela a pesar de la lluvia. Tiempo después nos daríamos cuenta de que en San Juan no hay lluvias en época de clases. 

La presidenta aprovechó la oportunidad para anunciar la creación de 4 universidades privadas, además de “iluminarnos” con datos que muestran a la educación cada vez más inclusiva.
Así como con cualquier hecho histórico, analizar la realidad sin problematizarla es desacertado. 

El Sarmiento histórico VS el Sarmiento de la historia
En su discurso al inaugurar una escuela en San Juan en 1865, Sarmiento señaló la importancia de la educación: “No educándose para gobernar aristocracias, como en las Repúblicas de Roma y Venecia; de las entrañas del pueblo saldrá siempre el que mejor comprenda sus necesidades, el que más servicios preste”. ¡Qué digno del padre del aula! La pregunta es: ¿qué es el pueblo para Sarmiento? ¿Quiénes ingresaban dentro de esta categoría? No es necesario ahondar en aquella clásica dicotomía de “civilización y barbarie”, pero creemos que es necesario problematizarla, así como es necesario problematizar cualquier hecho histórico y cualquier realidad actual. Tanto esta última, como la misma historia                deben presentarse como elementos complejos y llenos de matices, problemáticos y siempre abiertos a nuevos hallazgos e interpretaciones.

El Estado y la Educación Popular
En la Cadena Nacional del 12 de septiembre, Cristina Fernández elogió la política gubernamental que generó desde el 2003 mayor inclusión en la educación. Nos “iluminó” con unos datos que así lo evidenciaban. La profundidad en el análisis y la problematización de los datos no existió. ¿Podemos comprender la realidad a través de un número? 

Más de cuarenta bachilleratos populares existen hoy en Capital Federal y Provincia de Buenos Aires, muchos de los cuales aún no son reconocidos por el Estado, pese a que previamente hubo un acuerdo durante la gestión de Oporto para que sean reconocidos. Sin embargo, las distintas autoridades ministeriales, que formaron  parte del Gobierno de Daniel Scioli, se han negado a reconocer estos acuerdos denotando una falta de voluntad en respetar los mismos. Esto es lisa y llanamente, vulnerar el derecho a la educación y al trabajo de tantos docentes y estudiantes que hacemos un Bachillerato popular. ¿Qué exigimos? Inmediata firma y cumplimiento de los convenios de todos los Bachilleratos Populares, salario para las y los docentes, becas para los y las estudiantes, financiamiento integral, reconocimiento de los nuevos Bachilleratos Populares. Exigencias poco tenidas en cuenta por el gobierno nacional a la hora de pensar nuestro presente.

En esta misma línea, los estudiantes de escuelas públicas secundarias atraviesan una situación compleja en rechazo a las modificaciones inconsultas de los planes de estudios. Dejemos que ellos mismos cuenten las causas de su lucha, cómo se organizan, qué piensan acerca de la educación pública y cuáles son sus perspectivas a futuro. El audio que compartimos abajo corresponde a una entrevista que realizamos a estudiantes secundarios del colegio Fader, Técnica 8 “Paula Albarracín de Sarmiento” y Cortázar en el programa 24 de Veinte Flores.



Problematizar el pasado y la realidad actual nos sustrae de la cotidianeidad y forja vías para reflexionar sobre nuestro futuro. Es mucho lo que queda aún por hacer. Vivimos en tiempos de reflexión, no estaría de más juzgar reflexivamente desde dónde venimos  y hacia dónde queremos ir. Y, de la misma forma, evaluar de forma crítica los problemas del presente, elaborar propuestas superadoras que construyan un horizonte que nos contemple a todos ya que sin “todos” nosotros y nosotras cualquier proyecto pierde el rumbo y cae inevitablemente en el extravío.

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