Reivindicar a la
figura de Sarmiento, es siempre polémico. ¿Será algo inherente a los argentinos
polemizar en torno a las “figuras” de la historia? Es una pregunta un tanto
engañosa, creo que no tiene respuesta. El pasado 12 de septiembre, la
presidenta Cristina Fernández reivindicó al padre del aula… una vez más.
En su alocución, Cristina
recomendó la lectura del libro Sarmiento
Periodista, de Diego Valenzuela y Mercedes Sanguineti, uno de esos libros
que no invita a pensar procesos históricos a largo plazo sino que hace hincapié
en los datos coloridos que todos siempre quisimos escuchar. Ya nos contaba
Pigna sobre el porqué de los nombres de las facturas que habitualmente comemos
un domingo a las 18 horas o sobre la asistencia perfecta de Sarmiento en la
escuela a pesar de la lluvia. Tiempo después nos daríamos cuenta de que en San
Juan no hay lluvias en época de clases.
La presidenta
aprovechó la oportunidad para anunciar la creación de 4 universidades privadas,
además de “iluminarnos” con datos que muestran a la educación cada vez más
inclusiva.
Así como con
cualquier hecho histórico, analizar la realidad sin problematizarla es desacertado.
El Sarmiento histórico VS el Sarmiento de
la historia
En su discurso
al inaugurar una escuela en San Juan en 1865, Sarmiento señaló la importancia
de la educación: “No educándose para gobernar aristocracias, como en las
Repúblicas de Roma y Venecia; de las entrañas del pueblo saldrá siempre el que
mejor comprenda sus necesidades, el que más servicios preste”. ¡Qué digno del
padre del aula! La pregunta es: ¿qué es el pueblo para Sarmiento? ¿Quiénes
ingresaban dentro de esta categoría? No es necesario ahondar en aquella clásica
dicotomía de “civilización y barbarie”, pero creemos que es necesario
problematizarla, así como es necesario problematizar cualquier hecho histórico
y cualquier realidad actual. Tanto esta última, como la misma historia deben presentarse como elementos
complejos y llenos de matices, problemáticos y siempre abiertos a nuevos
hallazgos e interpretaciones.
El Estado y la Educación Popular
En la Cadena
Nacional del 12 de septiembre, Cristina Fernández elogió la política
gubernamental que generó desde el 2003 mayor inclusión en la educación. Nos “iluminó”
con unos datos que así lo evidenciaban. La profundidad en el análisis y la
problematización de los datos no existió. ¿Podemos comprender la realidad a
través de un número?
Más de cuarenta bachilleratos
populares existen hoy en Capital Federal y Provincia de Buenos Aires, muchos de
los cuales aún no son reconocidos por el Estado, pese a que previamente hubo un
acuerdo durante la gestión de Oporto para que sean reconocidos. Sin embargo, las
distintas autoridades ministeriales, que formaron parte del Gobierno de
Daniel Scioli, se han negado a reconocer estos acuerdos denotando una falta de
voluntad en respetar los mismos. Esto es lisa y llanamente, vulnerar el derecho
a la educación y al trabajo de tantos docentes y estudiantes que hacemos un
Bachillerato popular. ¿Qué exigimos? Inmediata firma y cumplimiento de los
convenios de todos los Bachilleratos Populares, salario para las y los
docentes, becas para los y las estudiantes, financiamiento integral,
reconocimiento de los nuevos Bachilleratos Populares. Exigencias poco tenidas
en cuenta por el gobierno nacional a la hora de pensar nuestro presente.
En esta misma línea, los
estudiantes de escuelas públicas secundarias atraviesan una situación compleja en rechazo a las modificaciones inconsultas de los planes de
estudios. Dejemos que ellos mismos cuenten
las causas de su lucha, cómo se organizan, qué piensan acerca de la educación
pública y cuáles son sus perspectivas a futuro. El audio que compartimos abajo corresponde a una entrevista que realizamos a estudiantes secundarios del
colegio Fader, Técnica 8 “Paula Albarracín de Sarmiento” y Cortázar en el
programa 24 de Veinte Flores.
Problematizar el pasado y la
realidad actual nos sustrae de la cotidianeidad y forja vías para reflexionar
sobre nuestro futuro. Es mucho lo que queda aún por hacer. Vivimos en tiempos
de reflexión, no estaría de más juzgar reflexivamente desde dónde venimos y hacia dónde queremos ir. Y, de la misma
forma, evaluar de forma crítica los problemas del presente, elaborar propuestas
superadoras que construyan un horizonte que nos contemple a todos ya que sin
“todos” nosotros y nosotras cualquier proyecto pierde el rumbo y cae
inevitablemente en el extravío.